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(Español) Exposición Van Gogh

Exposición de Van Gogh en la National Art Gallery de Ottawa

Entre caribúes y Girasoles

Por Gabriela Ana Lim.
Publicado en la Gaceta de la Asociación Cervantes de Montreal - Volumen de octubre 2012


La terrina de caribú decide tomar por asalto mi plato solitario. Prefiero postergar las lechugas, espinacas y demás verdores para el día siguiente, cuando me arrepiente de las ingestas calóricas de este mediodía. Pongo cara de “yo no fui” y me hago cómplice de la agenda que parece obviar el “hacer dieta” este 14 de junio 2012. Muy por el contrario me informa: Almuerzo cervantino en el Chateau Montebello con visita al Museo de Bellas Artes de Canadá como destino final.

Apenas a una hora y media de ruta de Montreal, nosotras fieles cervantinas, hacemos pie en el amplio restaurante del Chateau Montebello. El hotel, otrora residencia de los años treinta confronta al río Outaouais con macizos troncos de cedros rojizos. El servicio meteorológico nos acuna con un sol que golpea fuerte en los 65.000 acres del lugar. Luego del debido reconocimiento del terreno, sigo inmersa en el recorrido visual de las bondades del buffet...Mencionábamos al comienzo que el cuadrúpedo caribú había aterrizado, y muy de cabeza, en mi bandeja vacía. Es difícil imaginar que en algún pasado cercano, el otrora reno metamorfoseado en fiambre, pastaba sonriente por estas nórdicas latitudes. Para que el mozuelo no se sienta tan abandonado, lo acompaño de una mortadela -mejor no inquirir sobre sus antepasados cercanos-, de un chorizo de Lyon -no hará falta solicitar su gentilicio- y de unas hojas de parra rellenas. Habrá que ignorar el salmón y atún ahumados: con los años uno aprende a decir que no… Degustemos. Me prohíbo solicitar el libro de quejas. ¿Fallo? Delicia inapelable…

Cumpliendo con las funciones profesionales del relato: ¡a salir a la cancha que se viene el segundo tiempo! Le doy un sí rotundo a moluscos, langostinos y calamares que seducen inmersos en una salsita a la cajun. Agrego un arroz que dice llamarse salvaje. Un bisonte disfrazado de entrecot cabecea pero resisto firmemente la invitación. ¿Qué van a pensar mis compañeras de mesa? ¿Qué me estoy tomando demasiado en serio el rol de crítica culinaria? Saboreemos. ¿Dictamen? Previsible…

Pero el deber es el deber. Es hora de cerrar este capítulo y nada menos que con la parentela de los dulces. Por una cuestión de privacidad, evitaré mencionar los glúcidos ingeridos, mas permítaseme denunciar la frugal carta de postres: tartas de manzana, azúcar, frutas, pacanas, budín de pan, tiramisú, flan, verrine de chocolate y arce -cremita en vasito de vidrio pequeñito pero rendidor-, tartaletas de limón y demás azúcares que contienen calorías que se regeneran por algún proceso químico inexplicable…Claro que también había manzanas y algún que otro fruto fresco del vergel. Pero dejemos lo clásico para el día siguiente. Catemos. ¡Un tecito digestivo por favor! ¿Con azúcar? ¡No! Con edulcorante…

Montebello pasa a ser parte de la plenitud gastronómica de nuestro pasado... En una rápida hora incursionamos en el Museo de Bellas Artes de Ottawa. La agenda indica cita con Vincent. ¿Vincent Van Gogh? Sí, y de cerca...

Si Van Gogh estuviera en el tan ubicuo Facebook, su perfil indicaría: artista plástico y pintor. Holandés: 1853-1890. Mayor de seis hermanos. Padre pastor. Soltero. Maníaco depresivo o esquizofrénico a causa de enfermedades venéreas o epilepsia -los médicos no llegaron a ponerse de acuerdo-. Más de un intento de suicidio de muy joven a causa de amores imposibles. Sus mujeres se definen como nocheras… Amigos: su pincel y sin duda alguna su hermano menor Theo. A los treinta y siete años su paleta de colores se apaga por decisión propia.
¡Carámba! No es lo que se dice el príncipe azul del siglo XIX. Concentrémonos mejor en su fascinante legado artístico.

Nos espera una primera sala de Naturalezas muertas donde se tutean "Girasoles”, “Zinnia”, “Uvas, limones, peras y manzanas” con “Membrillos”, entre otros. ¿Pero dónde se esconden los salvajes pincelazos de colores exuberantes que el inconsciente colectivo asocia con la paleta altiva de Van Gogh? ¿Dónde, los amarillos puros que juegan a complementarse o pelearse por el primer puesto con violetas furtivos? ¿Quién dió entrada a estos terrosos oscuros que opacan nuestras ansiosas retinas? Una voz interior sugiere calma que recién comienza el peregrinaje. Las respuestas vendrán luego al recorrer la exposición y analizar debidamente su obra una vez finalizada la visita.

La muestra “Van Gogh de cerca”, se centra en Francia (1886-1890). Tracemos entonces una necesaria introducción: a los dieciséis años, 1869, invitado por un tío, se inicia como responsable en la venta de reproducciones en una respetable galería parisina. A pesar de un buen comienzo se avecinan difíciles años entre Londres y Paris que ponen punto final a su carrera comercial. En Bélgica se codea difícilmente con la religión hasta que comienza a dibujar a los 25 años (1878). Continúan clases de dibujo en Bruselas. Recién en Holanda comienza a pintar (1881). Retorna a la casa paterna para luego volver a Bélgica a estudiar arte (1885). En 1886 se muda a Paris a invitado por Theo.

Es entonces antes de Francia donde se va moldeando su técnica, al dibujar su entorno y estudiar a los grandes de la pintura. En el cross-hatching de sus dibujos se vislumbra un futuro pincelazo con marca propia. Así fortalece su maestría cuando representa personajes reales del mundo que lo rodea. Son cultivadores de papas, tejedores, gente de la tierra que posan en un paupérrimo estudio con el único patrimonio de sus exhaustos harapos. Y comparte con ellos y con la naturaleza la gradual locura del hombre solitario, quedando extasiado con los cambiantes colores de las estaciones.

Le escribe a Theo:
“La clave de muchas cosas es el conocimiento básico del cuerpo humano, pero también cuesta mucho dinero aprenderlo. Y también pienso que el color, el claroscuro, la perspectiva, el tono, y las manualidades, de hecho todo, tiene leyes definidas también, que deben ser estudiados como la química o el algebra. Esta no es la manera más fácil de ver las cosas, y cualquiera que dice, “oh, todo debe venir naturalmente, esta que menospreciando. ¡Si solamente esto fuera suficiente! Pero no es suficiente, porque si uno supiera mucho, instintivamente tiene que repetirse tres veces más, para ir de lo instintivo al razonamiento” (1884)

Y solo podrá compartir con su hermano y a la distancia, angustias e inseguridades propias de cualquier artista en la búsqueda constante por mejorarse. Va por buen camino. No sabe que sus obras mejoran día a día. Pasa horas bajo la lluvia haciendo bocetos que luego se transforman en obras majestuosas en su estudio. Las inclemencias del tiempo no atemperan sus ansias. Su caballete es el ancla que clavada en tierra firme le permitirá crear a pesar de los vaivenes de vientos y tormentas. Prefiere dibujar como un Maestro antes de darle paso al pincel. No puede todavía darse el lujo de comprar óleos: “las pinturas son tan caras”, le confiesa a Theo.

Por suerte eran épocas donde el celular brillaba por su ausencia… Si Van Gogh hubiera enviado mensajes de texto a Theo, en el día de hoy no disfrutaríamos del patrimonio inmensurable de sus cartas. Tampoco deberíamos quitarle mérito a la mujer de Theo que, evitando el reciclaje, las hace públicas en 1914. Son más de 700, fascinantes y minuciosos manuscritos que describen, no solo sus estados emocionales; incluyen además dibujos que plasman composiciones, colores y perspectivas. Sin duda alguna, Theo es el artífice emocional y económico de la obra de Van Gogh.

Luego de este necesario paréntesis previo a la estadía en Francia, volvemos entonces a la exposición. Sucesivas salas nos esperan: Componiendo con la naturaleza con obras variadas, entre ellas “Mujer caminando en un jardín” (1887). Aquí sí nos reverencia esa paleta de colores intensos que buscábamos al comienzo. Ingresamos luego en Grabados japoneses. Créaseme si afirmo no haber ingerido ni una gota de alcohol en el previo almuerzo... ¿Hemos visto grabados y además japoneses? Nos desayunamos con que admira y colecciona arte japonés que influenciará activamente la composición de sus trabajos.

Varamos en la sala Estructurando el paisaje. El artista se muda a Arles, sur de Francia, cansado de la vida parisina (1888). Es un período crucial, emocional y creativamente, donde espera calmar la solitud de su pincel con la visita de Gauguin. Se conocen en París. Se le promete tren, casa y comida, siempre gracias a la ayuda incondicional de Theo. Durante la espera, decora la habitación destinada a Gauguin, con tres de sus post mórtem millonarios y asoleados Girasoles. Gauguin es así bien recibido en la trágica Casa amarilla. La fórmula Van Gogh Gauguin resulta más ruidosa que la dinamita y la convivencia se torna previsiblemente trágica. A un punto tal que VanGogh luego de una fuerte discusión, se corta el lóbulo superior de la oreja derecha, obligando a Gauguin a abandonar ipso facto los amarillos aposentos... Dan constancia los diarios de la época: “El vecino Van Gogh lleva su oreja como obsequio al prostíbulo de la ciudad”. Tiene la buena suerte una de sus nocheras de ser la destinataria: ha sido sin duda alguna un obsequio con sello personal… Y si se hubiera cortado el cabello, ¿el resultado no hubiera sido un poco más romántico?
¡Basta de vaguedades! Continuemos.

Internado en el hospital de Arles sufrirá alucinaciones por varios meses. Luego será trasladado al asilo de Saint-Remy. En este delicado estado mental compone obras de una riqueza técnica extraordinarias como “Parque en el asilo de Saint Remy” (1889), donde sorprende, como en tantas obras, observar el fondo del lienzo no cubierto por completo.
  
Se suceden salas como Fotografías del siglo XIX donde la pregunta debida es ¿fotografías? Habrá que trazar un posible paralelismo entre las composiciones utilizadas y el nacimiento de la fotografía. Nos espera la sala Inmediatez del pincel con sus últimas y gloriosas obras de 1890: “Campo con espigas de trigo”, “Iris”, “Almendro en flor”. Producida al final de su estadía en el asilo, esta obra es dedicada al nacimiento del primogénito de Theo. Con un fondo de suaves y cortos pincelazos, las ramas de diminutas flores crecen fuera de los límites del lienzo. Algunas ramas son más nítidas que otras: cualquier similitud con la realidad, fotográfica, queda bajo exclusiva responsabilidad del espectador…

Se termina la exposición a pesar de que quedan unas pocas salas por recorrer. Surgen sentimientos encontrados y cuestionamientos. El más inmediato: ¿cómo se puede, con un interior tan delicadamente gris, crear obras de un color y calidad tan extremas? Permítaseme afirmar que su legado artístico es inalcanzable y da para varias horas de tertulia.

Luego de esta panzada artística reviso la agenda por última vez: por suerte no indica proyecto alguno con Gauguin: ¡mejor así!

Gabriela Ana Lim (Montreal, Agosto 2012)
Publicado en la Gaceta de la Asociación Cervantes de Montreal - Edición de Octubre 2012
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Bibliografía:
- Van Gogh s’ Letters
- Art Book Van Gogh
- Van Gogh